lunes, 29 de marzo de 2010

Amor y Espacio

Una pasión, un deseo, un amor cualquier,
expande una brizna los linderos de tu corazón.
Ahora tal vez ese amor abarque el piso que te sustenta,
la ventana que te permite avistar el mundo (extraño a tu casa),
y el abrigo y conforto que el techo de tu casa ofrece:
en los inclementes días de interminables lluvias,
de tristeza y de lamentables pérdidas.

Expande un poco más ese espacio,
y podrás incluir también alegrías y pesares
que nunca llegaron solas(os), pues a
pesar de reticencias traían
consigo forjas y experiencias,
(el sosiego y humildad de la sabiduría):
de los que ahora están viejos y curtidos
por el paso de las persistentes y devotas horas,
que llegaron subrepticiamente ante sus vidas.

Lleva los linderos un poco más al frente,
tal vez ahora puedas incluir el tic-tac de tu reloj,
que marca reverentemente las horas de trabajo
y del descanso, después de la solícita jornada
en la que quizás estuviste atento o desatento
(….pero eso ahora eso ya no importa.)

Expándelos un poco más y podrás incluir
el sonido que produce el llanto de tus hijos
y también el son de la risa
(espontánea y descontrolada)
producida por la piedra que lanzaron
y que quebró el vidrio que separaba
tu sentir del reflejo tenue de tu mirada.

Lleva esos linderos al frente y tal vez quepan tus angustias,
tus proyectos, tus dudas, tu secretos tus palabras nunca dichas,
(ese sentir tuyo que nadie jamás podrá saber y que perturba).
Ese toque de la mano sobre la piel que trae todo sin llevarse nada.
Expande un poco más y abarcarás el cariño y la ternura
que sientes por los bichos (y el miedo que
te produce las serpientes y escorpiones.)

Estarán presentes también aquellos tipos
que aborreces y que merecieron las piedras
y plomos que nunca lanzaste:
incluyendo esos odios y rencores
nunca revelados y, por lo tanto, no dichos.
Aquellos que hicieron posible Nerón, Calígula,
Hitler, Idi Amin, Stalin y tantos otros
(y que hayan hecho lo que hicieron).
Aquellos inquisidores odios y rencores
(de siempre, de ayer y de hoy...)

Un poco más y podrás incluir el alborozo de argentinos
y la desdicha de británicos ante ese gol de Maradona
(todo fruto de las luchas de verdad y de mentira.)
Avanza algo y entrarás todas las guerras fratricidas
estimuladas por sus líderes: reyes, reinas, lores, brahmanes,
políticos, curas y ayatolás: guerras santas y son tantas
(pero todas ellas intactas, insanas e in-santas.)

Mira para el lado y verás también aquel código moral (tácito o expreso)
de Hammurabi o del apóstol San Paulo o del padre Astete.
O aquel diccionario de la lengua que sentencia que
la palabra que dices y escribes no es castiza
(y que por lo tanto es una rara especie de pecado.)
Verás también ese miedo que te congela y perturba
y que se filtra en tus pesados sueños
(nocturnos y un tanto diurnos.)

Si te llevas más al frente, cabrán Pedro y Mario,
los cuales nunca viste, oíste e/o visitaste.
Incluirás la voz de los poetas
(algunos casi anónimos como Aurelio Arturo),
o los personajes y escritos de Borges, García Márquez,
de Octavio Paz, de Faulkner y de Joyce
(tal vez esté don Quijote y algunos fulanos de Shakespeare y Camoes.)

También verás la conciencia e inconciencia del hombre,
capaz de lo peor y de lo más noble y sensible.
Avanza un pocos más y verás el coraje de los héroes,
y los recónditos miedos que dejaron para atrás
(tal vez sean los mismos miedos del poeta
al enfrentar una simple hoja en blanco.)

Todo eso estará junto, dentro de ese espacio
que ahora es tuyo (y quizás mío también),
en donde encontrarás también las tenues huellas
dejadas por Gandi, en su andar despreocupado
pero atento y compasivo por el mundo.

Un poco más y veras como se incluye
la presencia de los iluminados:
las simples enseñanzas de Jesús,
la fuerza de Moisés y de Mahoma,
la sabiduría de Krishna,
la ternura de Francisco de Assis,
la claridad de Buda,
el amor de los santos Sufis,
la sonrisa de Ramana Maharishi.

Lleva un poco más tus linderos para frente
y te vislumbrarás: como sensibilidad, paz,
sabiduría y fortaleza.
Mira para frente y ahora estarán presentes
las estrellas y galaxias:
sueltas y pendiendo de tu corazón.
Avanza tus límites un poco más
hasta que sean consumidos en el núcleo
de algún longincuo e inconmensurable quasar.

Ahora no tendrás nada ni a nadie
que te perturbe, te limite o incomode.
Estarás tu sólo, conmigo, con Juan, con Mariah.
Estarás sólo con tu corazón des-temido,
del cual saldrán huyendo des-pavoridos
tus miedos (y también los míos).
Sólo tú, con tu nombre y sin apellidos.

Y ahora - tal vez - en ese espacio podrás caber tú.

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(Brasilia, marzo de 2010)