domingo, 20 de agosto de 2017

Videncia, Poesía y Devoción


Para entender cómo funcionan los oráculos hay que verificar también la dinámica de la poesía. Un oráculo es un experimento intencionalmente aleatorio. Esta dinámica es hecha con el fin de elevar la estructura mental del consultor (el vidente) por encima de la temporalidad. Es una especie de transformación matemática, tal como ocurre con ciertas funciones, que llevan el dominio de un problema a otras dimensiones –matemáticos, físicos e ingenieros están habituados con ese tipo de recursos. Una característica de estas transformadas es su capacidad de retorno al espacio original (los matemáticos llaman a esto de transformada inversa). Un vidente usa un experimento aleatorio (con su oráculo) con el fin de parar la mente, tal como un buen poema lo suele hacer con el lector. La física moderna nos relata experimentos en donde la temporalidad es colocada en jaque, por ejemplo en esos casos en que fotones, estando separados a distancias considerables, se transmiten informaciones instantáneamente. Podríamos pensar que estos factos están soportados en dimensiones o estructuras atemporales. Si la mente de un vidente se liga con tales dimensiones podría ver los hechos sobre una mesa, tal vez sin saber su orden temporal: hechos del pasado, del presente, o del futuro, indiscriminadamente. Los oráculos usan figuras representativas, símbolos, geometrías, arcanos, con una estructura arquetípica, tal como estudiado por Jung, y que representan fuerzas inconscientes, que escapan al control del sujeto. Si la mente del vidente está ligada con espacios atemporales, los factos pasan a tener una ligación directa con estos arquetipos, una especie de punteros, estructuras que no tienen datos, mas sí las direcciones en donde estos pueden ser encontrados, tal como aquellos usados por los científicos de la computación para definir estructuras de datos de manera dinámica (una especie de flechas lanzadas desde los arcos) y que son usados en muchos tipos de programas. Así, los espacios atemporales deben contener estructuras geométricas con una relación fuerte con los arcanos, con los arquetipos. En otras palabras, el conjunto vidente-oráculo equivale a una función matemática de transformación dimensional (una transformada, en el sentido matemático). Y los parámetros de la función son pasados por referencia (tal como los científicos de la computación lo definen) para otra dimensión, en donde alguna dinámica los liga con las estructuras geométricas que ondulan en la atemporalidad. Así, la única diferencia entre videncia y poesía es la intensión. El vidente quiere retornar al espacio original, para interpretar el experimento. La poesía no requisita esto, y la interpretación de los textos poéticos queda a cargo de los críticos, que casi nunca son poetas.  Si aceptamos estos hechos (arquetipos, fuerzas, punteros, espacios adimensionales) podremos entender el sentido de los altares y la dinámica de la devoción. Cada figura de un altar (foto, pintura, escultura –imagen) tiene una ligación (un puntero) con una fuerza en un espacio atemporal. Esta ligación puede ser hecha en un ritual de consagración, tal como acontece en diferentes religiones o grupos espirituales. El altar representa una geometría, de estructuras arquetípicas que muestran una dinámica de lo externo (el plano espiritual, atemporal) a lo interno (el plano del devoto). Así, un acto de devoción representa la intensión de parar la mente, por la contemplación, por el son, por el ritual. La mente del devoto, volcada para la imagen, y centrada en la entrega, consigue aproximar el altar físico al corazón espiritual del practicante (el altar interior). Así, la devoción es la dinámica de llevar el altar externo para dentro de uno mismo, ser uno con una estructura atemporal. En este caso la diferencia entre el poeta y el santo es que este último abandona la intención, en un momento propicio, llevándolo a una experiencia que no puede ser compartida directamente, ni interpretada, y mucho menos criticada, y que comúnmente es denominada de éxtasis.  

(Brasilia, agosto de 2017)