«Memoria es escritura», dicen los lingüistas; «escritura es memoria», dicen los historiadores; «memoria es soporte mediático», dicen los ingenieros. Podemos también afirmar que memoria y lenguaje son dos caras de la misma moneda: la memoria como cauce del lenguaje y el lenguaje entre orillas memoriales, si hablamos en términos hidráulicos, claro. Mi amigo, lo difícil es siempre encontrar la causa. Y podemos ahora agregar otras perlas similares. Por ejemplo, la escritura es el lenguaje en un medio diferente de la oralidad, una tecnología para registrar de manera artificial la oralidad. Yo llamo a esto «textualidad», a pesar de que mi amigo Eduardo Serrano dice que la oralidad ya implica la textualidad, qué le vamos a hacer. Por otro lado, como la textualidad envuelve un vocabulario, ella de por sí exige imperativamente algún tipo de memoria, para guardar algo de las cosas (de nuevo, qué le vamos a hacer). También podemos decir que las dos primeras personas del singular dicen algo acerca de la oralidad, y la tercera persona dice algo sobre la textualidad pues el texto es mediador para alcanzar el otro, cuando todos callan. Pero dejémonos de vainas y entremos en carreteras destapadas, pues en algún lugar vi una frase de Lacan que decía «la palabra es hecha de ausencia», y con respecto a lo simbólico: «el símbolo se manifiesta en primer lugar como asesinato de las cosas, y esta muerte constituye en el sujeto la eternización de su deseo». En fin, son frases que me parecen bellas, hasta parricidas y siempre sorprenden a cualquier cristiano, pues con frecuencia precisamos liquidar algo, tal vez algún credo, para transbordar el cauce o desencallar; pero tales frases parecen ser solo escritas para lacanianos y no para pobres ingenieros, dedicados a hacer la cosa funcionar.
(Carlos Humberto Llanos)