Gonzalo Mallarino Flores es un poeta bogotano; leí sus primeros poemas en un suplemento literario del periódico El Tiempo, al comienzo de los años 80. La verdad es que los textos fueron descubiertos por mi querida amiga Dalia Pazos, y especialmente este – incluido aquí – se ha quedado fijado en mi memoria. En ese tiempo el poema fue leído por nosotros en Cali, a dos voces, en una frágil y soleada mañana de domingo. Sólo la poesía podría producir aquel efecto, de llevar la percepción más allá de la razón, tal vez más próxima de la eterna permancencia, de la clarividencia, de ese sutil y arisco aquí y ahora.
Percibo en el poema escogido – y citado abajo – una técnica sutil de representar lo cotidiano, haciendo que las palabras fluyan tranquilamente en el texto, con sabiduría, tomando identidades propias. Trabajos así engrandecen el acto creativo, especialmente el duro trabajo de poeta.
El texto ha llegado nuevamente a mí después de búsquedas inútiles, realizadas durante casi tres décadas; demostrando así, una vez más, que los poemas son fieles a sus verdaderos dueños: los lectores que cautivan.
Ahora, en mi condición actual, me parece que los poemas nos escogen.
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CASA VISITADA (de Gonzalo Mallarino Flores)
Mi casa se abre desde un balcón
al que llegan las aves
llenas de luz, de música y movimientos.
El día sábado
la casa es más clara
y nada nos gusta tanto
como las horas lentas
de amor y de sueño.
Mi casa está llena de música
y de amigos que vienen a vernos.
Tenemos muchos libros
y paredes blancas
y un perro inmenso
que embadurna con babas pesadas
el alma de los visitantes
que más queremos.
Voy a llenar mi casa de niños
y siempre tendré muchas cosas adentro,
para poder buscar la palabra elemental
de la poesía.
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