«La bebida no construye el estilo, pero lo acompaña. Hay una sinuosidad detectable, una longitud de párrafo, una bruma que espesa la sintaxis, una elaboración de imágenes que nunca definen sus contornos y que se suceden y encabalgan mediante asociación libre» (William Faulkner).
Comentario: La idea implícita de «infinito» (que puede ser asociada al arte) es íntima en las personas que hacen cuentas: siempre podemos sumar a un número cualquier otra cantidad, por ejemplo 1. Es una noción de infinito contable…
Creo que en el artista esa noción de infinito existe, pero no sería contable: sería una infinidad de historias que podrían ser contadas; una infinidad de emociones y sentimientos que podrían ser descritos en un texto, o en un cuadro... Una infinidad de paradojas y contradicciones que podrían ocurrir, y que podrían surgir en los sujetos que aprecian una obra de arte.
O sea, en la mente del científico la idea de infinito es vivida como una cuenta, mientras que en la mente del artista surge como algo que puede ser contado, con algún tipo de narrativa o representación. Tal vez esas brumas, esos espacios carentes de luz de Faulkner sean una forma de representar lo incontable.
Algunos tipos de paradojas aparecen en el problema del infinito contable, por ejemplo: infinito + 1 = infinito. Si restamos «infinito» en los dos lados, el resultado es: 1 = 0 (algo totalmente absurdo).
Otro caso: infinito + infinito = infinito. Si restamos «infinito» en los dos lados nos da: infinito = 0 (algo descabellado). Esas cosas ocurren con el infinito contable, y los matemáticos se quiebran la cabeza con esas paradojas.
Con el infinito artístico el problema se ajusta a la obra de arte: cómo contar lo incontable, o cómo representar lo incontable... Creo que el artista tiene ventaja, pues su obra puede tener un significado específico para cada lector, para cada espectador, y para cada momento en que la obra es expuesta y observada. Y el artista no necesita demostrar nada, como lo tiene que hacer el científico: la propia obra es la hipótesis y la tesis al mismo tiempo. O sea, hay siempre algún tipo de simultaneidad en el arte. La frase bíblica «en la casa de mi Padre hay muchas moradas» le cabe muy bien al escritor: cada lector es una morada de la obra del autor, con sus particularidades, recovecos, claraboyas, sótanos y bóvedas, y esto lo podríamos extender para todas las artes.
El artista no necesita hacer cuentas ni problematizarlas: solo necesita contar una historia, o representarla; y la propria obra tendrá matices de infinitud. Y con la ventaja de que las paradojas, antinomias y contradicciones ayudarán a representar esa infinitud. O sea, el artista no problematiza las paradojas, las usa para contar lo que no puede ser dicho. Por añadidura, la simultaneidad que parece ser intrínseca al arte tiende a eliminar la temporalidad, acercando el arte a lo que entendemos por eternidad.
P.D. Tal vez para el artista el resultado infinito = 0 incorpore un tinte de perpetuidad.
(Carlos Humberto Llanos)
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