«No es improbable que la rapidez en el escribir y en el leer refuerce la fusión de lo semiótico y de lo mimético en el ámbito de la lengua. «Leer lo que nunca ha sido escrito.» Tal lectura es la más antigua: anterior a toda lengua —la lectura de las vísceras, de las estrellas o de las danzas. Mas tarde se constituyeron anillos intermedios de una nueva lectura, runas y jeroglíficos. Es lógico suponer que fueron estas las fases a través de las cuales aquella facultad mimética que había sido el fundamento de la praxis oculta hizo su ingreso en la escritura y en la lengua. De tal suerte la lengua sería el estadio supremo del comportamiento mimético y el más perfecto archivo de semejanzas inmateriales: un medio al cual emigraron sin residuos las más antiguas fuerzas de producción y recepción mimética, hasta acabar con las de la magia».
* Tomado de: Benjamín, Walter (2010). Ensayos escogidos. Buenos Aires: El Cuenco de plata. Pp. 149-152.
Comentario: «hasta acabar con las de la magia»: no sé si «acabar» se refiere aquí a «eliminar» o a «incorporar». Para el desarrollo de la ciencia, la formación de un lenguaje más preciso y consistente fue fundamental (parece que el griego antiguo se prestó para eso). Si lo que quiere decir es que este proceso terminó con la magia, yo propondría que la magia sufrió otro proceso de mimetización, pero en un sentido más usado en la biología: aparentar lo que no se es, para esconderse de los depredadores, del racionalismo extremo, la otra cara del fanatismo. El texto poético encubre lo mágico, el mensaje más allá del texto, creando túneles de conexión, ocultos para la visión racional, permitiéndose el uso de la gambeta; por ejemplo, la parábola, la metáfora, la ambigüedad y, finalmente, el puñal. Ese es el sentido final de la poesía: rasgar y parar el mundo.
(Carlos Humberto Llanos)
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