jueves, 19 de septiembre de 2024

Un poco sobre mitos y ficciones


La creencia en mitos, ficciones, constructos imaginarios producidos por la fértil imaginación del homo sapiens, como dice Harari y me lo recuerda mi amigo Eduardo Serrano, se refiere de alguna manera a la idea de «consenso», con raíz latina «consensus», que dicen ser el participio pasado de «consentire», un verbo compuesto de «con» (junto) y «sentire» (sentir, percibir). Así, etimológicamente, «consenso» significa algo como sentir o estar de acuerdo en conjunto. Digamos que hay una realidad consensual, en la que generamos alguna idea fundamental para interactuar en comunidad, a la que se le van agregando otras, para formar un mito. Es una dinámica similar a la que ocurre en matemáticas y en la ciencia de la computación, donde se crean familias de problemas, a partir de un problema fundamental, elegido por algún motivo, como el problema de satisfactibilidad booleana (SAT), en donde se busca un personaje que sea capaz de adivinar qué combinaciones de variables de una fórmula, que solo pueden tener valores verdadero o falso, consigan dar como resultado algo verdadero. Para entender un poco sobre el SAT, imaginemos una reunión de condominio en la que los asistentes solo pueden votar «sí» o «no» sobre un asunto. Sin embargo, la decisión no se tomará por mayoría, ni los votos serán depositados en una urna. En lugar de eso, se aplicará una fórmula lógico-matemática, que considerará cada «sí» y cada «no» emitido por cada persona, y dará un veredicto (verdadero o falso) según una estrategia lógica previamente determinada.  Por algún motivo, los matemáticos nos dicen que la labor de este posible adivinador de respuestas para el SAT no es trivial; especialmente, si este se toma el trabajo de hacer su augurio usando algoritmos, para determinar qué combinaciones de valores de variables darán como respuesta algo verdadero (algún «sí»). Y que si algún otro problema puede ser travestido, matemáticamente, como un problema SAT, su solución tampoco será trivial. A los problemas que tienen soluciones algorítmicas fáciles se les da el epíteto P (polinomial) y al resto NP (no polinomial), donde esos términos son fundamentales en la teoría de complejidad de algoritmos. Y en este contexto, una flor de la matemática, llamado Stephen Arthur Cook,  demostró que el problema SAT es NP-Completo, algo que para los legos suena como si «no tuviera remedio», o completamente perdido, como el hijo de Lindbergh, pero con una identidad única e incuestionable. Así, el grupo de problemas justificados como NP-Completos sigue creciendo, en la medida que algún matemático perspicaz prueba que un tal problema puede ser visto como un SAT extraviado. Y que si un científico, por un golpe de gracia, demuestra que el conjunto de problemas P invadió el conjunto NP, todos nuestros problemas computacionales serán resueltos irremediablemente, en un piscar de ojos, sobre todos si tenemos computadores eficientes.
        Así, podemos ver los mitos como estrategias para retar las encrucijadas de la vida, a los aprietos confusos a los que debemos enfrentar en tropilla. Y más nos vale recordar que estrategias no son soluciones, sobre todo si percibimos que la peor de ellas es la que funciona, porque nos envicia y nos hace olvidar la traba. Y que el mito puede tomar otras ropas, guardando su compostura, como el del paraíso, pues ahora viste el ropaje del dinero. Y me dan más ganas de saber por qué la bonanza financiera se convirtió en la idea de felicidad, que saber si existe un dios o un tal demonio por ahí. También podemos pensar que como humanidad cuando los problemas son fáciles creamos soluciones, caso contrario, creamos mitos. Por eso tal vez nos falte un Cook de los mitos, que nos hable de la completitud sobre ellos, de sus equivalencias, de sus estructuras, de sus transformismos, del mito fundamental; y qué  nos podrían revelar acerca de nuestra fase más oculta como humanidad. Quizás Jung lo intentó y no finalizó (tal vez Harari lo esté haciendo).
       De pronto sueño con la idea de que las palabras «consenso» y «conciencia», tengan la misma etimología, y que los mitos sean vestigios de barcos naufragados en un mar de sensatez; pero parece que no, es solo su sonoridad similar; pues «conciencia» tiene más a ver con la ciencia, con el estar junto al conocimiento, o juntos en el conocimiento. Quizás por eso, a veces, sea mejor musicar que conjeturar, como lo hacen los buenos poetas, que suelen aproximar al verso el son.


(Carlos Humberto Llanos)

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