Érase una vez un personaje que sospechaba sobre la existencia de un narrador que describía su vida en un texto. El personaje sabía muy bien que sus acciones serían una crónica si él mismo existiera de verdad, caso contrario serían una mera ficción literaria —esto es lo que nos dicen los tratados de literatura. Así, decide modificar su comportamiento para comprobar si el narrador consigue seguir sus pasos. Si fuese un narrador omnisciente ciertamente percibiría los cambios y los fijaría en el texto. El personaje decide ir atrás de la historia; si la encuentra podrá comparar los hechos y detectar si hay alguna diferencia, entre lo real y lo escrito. Va para la biblioteca de una famosa pitonisa y al final, con algún trabajo, tiene éxito en su objetivo. Como ahora tiene el texto en sus manos verifica que sus nuevas acciones están descritas en sus páginas. Así, decide modificar la historia y esperar que el narrador perciba que alguien cambió el relato, sin su permiso. Adicionalmente, el personaje coloca en el texto trechos que encontró sobre la vida del narrador, adquiridos en una página de la WEB. Al ver el narrador la historia modificada —y con una firma de autoría, dejada al final por su personaje—, decide dejarle un mensaje en el texto: «no te vuelvas a entrometer en mi trabajo, y recuerda que en mis tiempos libres trabajo como pitonisa».
(Brasilia, mayo de 2021)