sábado, 31 de diciembre de 2022

Conversaciones con Pedro Moreno


Un área importante de las ciencias exactas es la optimización, que tiene fundamentos matemáticos precisos con resultados importantes en las últimas décadas. Si un proceso necesita ser optimizado es necesario determinar de cuáles variables depende. Por ejemplo, un vendedor de jugo de naranja necesita saber sobre la cantidad de naranjas, de azúcar y de hielo que necesita comprar para su negocio. Aun así, tiene que determinar las cantidades que debe comprar de cada artículo y el precio final que va a cobrar por cada copo de jugo. La idea de optimización será siempre maximizar o minimizar algo (en este caso, maximizar el lucro). Mas, por otro lado, existen las restricciones que deben ser atendidas: cuántas naranjas puede comprar, cuántas arrobas de azúcar puede almacenar en su negocio… Tal vez tenga limitaciones en su bodega o en el sistema de refrigeración para guardar con higiene y seguridad sus naranjas. Así, su problema es maximizar algo, que es denominado de función de costo (en este caso su lucro) que depende de estas tres variables de decisión (naranjas, azúcar y hielo). Suponiendo que esta función matemática es simple, por ejemplo, una parábola o algo similar (que tiene un único máximo global), la estrategia es comenzar con una combinación de valores de variables de decisión y medir el lucro por la evaluación de la función de costo. Si cambia algún valor y este da un importe mayor en su lucro, el vendedor de jugo sabe que su proceso de optimización está funcionando. Puede continuar con esta manipulación hasta percibir que para un valor calculado de su función no hay más incremento; por el contrario, dicho valor cae (como si hubiera llegado a la cima de una colina). Así, concluye que el valor máximo fue alcanzado y el valor de las variables de decisión que llevaron a este resultado (naranjas, azúcar y hielo) son los valores óptimos. Por otro lado, este proceso debe respetar las restricciones. O sea, si un valor de las variables de decisión no está dentro de sus límites, el resultado de la optimización no puede ser utilizado. En este caso, el vendedor de jugo deberá contentarse con un valor subóptimo para su negocio.

Moraleja: no se puede llegar a un valor óptimo sin respetarse los límites de las variables de decisión y las relaciones entre ellas. Diciendo de otra manera, los expertos en optimización saben que el valor óptimo, que puede ser alcanzado, está amarrado a la relación entre  la función de costo y el conjunto de funciones que representan las restricciones; estas últimas podrían ser vistas como un muro, que impide el avance en la búsqueda…

Extrapolaciones e intersecciones: En el proceso de autoconocimiento, llegar al punto óptimo sería descubrir la naturaleza más íntima del ser humano: aquella que no puede ser dicha, ni descrita. Aquello que debe ser callado, tal como lo diría filósofo Ludwig Wittgenstein en su Tractatus logico-philosophicus. En este proceso, habría una función a ser optimizada, y el transcurso seria la búsqueda de este punto crítico. El problema que es que las restricciones deben ser respetadas, mejor dicho, ellas se hacen respetar durante todo el transcurso. En el ser humano, el sistema de restricciones es el sistema de creencias, que es configurado en la figura de la personalidad. Una personalidad rígida o fuerte representa restricciones más agudas que impiden que el proceso de busca continue avanzando por la evaluación de su función a cada paso: el punto óptimo estará lejos y, lo peor, el transcurso deberá ser detenido. Más aún, el sujeto estará convencido que alcanzó la cumbre, y se comportará, casi siempre, como un falso profeta, con convicciones fuertes y creencias inalterables y con la pulsión egótica de incrementar su rebaño de seguidores. Por otro lado, un ego con creencias bien atenuadas representaría casi cero resistencia, total presencia y apertura a una realidad más íntima, algo que la Escuela de Magia (de Gerardo Schmedling) describe de manera clara y didáctica.

Sobre el artista: el ego del artista es un barco agujereado que se hunde lentamente en el mar, esa es su sensación de fracaso que ni  el exito puede atenuar. Santo bardo exiliado en sí mismo (tal vez de sí mismo). Pobre de ego, rico en visión, en expresión, y su transcurso es el asombro:  montado, arrombado, sobre esa cuerda floja a la que llamamos arte.

(Carlos Humberto Llanos)

jueves, 29 de diciembre de 2022

El poeta Jotamario Arbeláez


Tengo una anécdota sobre nuestro poeta que en los años 80 era un invitando para cerrar, con un comentario, el telediario 12:30 de Arturo Abella. Ese día dijo: «hay algunas personas que me confunden con un tal J. Mario Valencia, cuando hablan sobre él piensan que soy yo y viceversa. Es increíble que se pueda confundir un poeta nadaísta con un loro del Opus Dei. ¡No hay derecho!»

Acabo de ver que la palabra «nadaísmo» no está en el diccionario de la Rae: No hay derecho...

(Carlos Humberto Llanos)