sábado, 7 de septiembre de 2013

Encuentros


Visité los lugares que nunca frecuentamos, y estaban llenos de ti. Es que aquella ausencia tuya en mi ciudad reflejaba la ausencia de tu caminar, que ya dejaba marcas en mi alma.  Y así me siento el piso de tus pasos, que guarda la memoria de tu andar, que detiene la sombra solar proporcional a tu estatura, fincada en la hora, en el meridiano en que movemos nuestros cuerpos. Hablas el lenguaje de los niños, de las plantas de las aves, de los mendigos hambrientos por un poco de dulzura, y de aquella cortesía que nos liga con los viejos. Vimos juntos la miseria de los ricos, la glotonería ávida de los desposeídos, aquella otra parte sórdida de la balanza de Minerva –reparamos en la esquina un político queriendo aparecer honesto, y un honesto jamás queriendo ser político.  Te visité en los aires de tu ciudad lejana sin poder dejar mis huellas en tu rostro albo, en tu pelo color   nórdico y de salvia, y estabas triste por no estar aquí conmigo. Te sentí en la contravía de esta vida, estrada sin regreso. Te vi en el otro día, te miraré en un ayer lejano que retornará algún día, pues sí querida. Caminamos uno al lado del otro, lejos entre aquí y allá, pero aun así de manos dadas.

(Brasilia, septiembre de 2013)

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