En una entrevista el escritor José Zuleta Ortiz nos dice que la poesía y su producto (el poema) suelen ser iluminaciones o estructuras producidas por milagro, en el tránsito exploratorio del lenguaje. Al final nos dice que «en la poesía y el cuento podemos ser un huésped de paso, mientras que la novela exige visa de residente». Bueno, si queremos hablar del poeta y de su peregrina condición podríamos aludir al significado de «estar» en algún lugar. En este sentido, hay una diferencia de expresividad entre las lenguas que separan el ser y el estar, como el español, el portugués y el catalán y aquellas que no lo permiten, como el inglés y el alemán. Tal vez en la mayoría de las lenguas romances diferenciar estos dos conceptos sea posible, lo que nos deja la alternativa de explorar algo en esa condición binaria: mismo que el idioma faculte esta separación, el poema está entre el ser y el estar. O sea, cuando «es no está» y cuando «está no es». Así, el poeta no tiene ningún tipo de visa y ni siquiera le es permitido ser huésped en alguna esfera. Tampoco es peregrino, pues su proceso es camino y su transcurso es la más profunda ficción, como ya lo sospechaba el poeta Antonio Machado.
(Carlos Humberto Llanos)