jueves, 14 de abril de 2011

Memorias troveras de un cuasi ciego


(Del príncipe Rama cuando perdió su amada Sita)

Perdiste tu amada por seguir
un venado de oro...
–y de piedras preciosas– 
Una cosa así no existe, Rama: 
seguí un venado de oro y 
me perdí en la inconciencia 
tornándome un cuasi-invidente

………………

Ciego como el tebano Tiresias –que fue testado con un laudo ¿vio por acaso a Venus desnuda o tuvo que decidir por algo? –mejor le sería elucubrar la vida entera... También por un acaso el tebano fue mujer –por fortuna– durante varios años, dando otro fallo honesto: tuvo que decidir si sentía más que cuando era un macho. La respuesta fue obvia: mujer es cierto enigma total y el placer le cabe más, pues se le posa en la piel. Y la sentencia fue clara –d'esta fabla funesta: no vendrá más luz de otrora. Mis ojos sólo atingirán a lo que ya era invisible de antaño y, perdiendo así la vista, gané cierto tipo de clarividencia…

II
Estoy ciego como lo estuvo Catulo, 
perdido por un amor incierto 
(...viuamus, mea Lesbia, atque amemos!) 
...y un tanto por esto 
decidí perderme altivo. 
–convertí así mi vida 
en el vestigio de un verso– 
ciego como el viejo Homero 
cantando historias y cuentos
III


Sin vista te me convertirás en recuerdos, tu imagen se me volverá memoria ¿seré ahora libre para recrearte? Habitaré el mundo de las vistas sin formas, el reino del son, de los matices –de los olores– el ambiente del sabor y del tacto, aquel espacio de la trova sin cifras. Tocaré tu cuerpo (ese arawi aimara, ese kiphu del quechua) y no veré contornos ... sólo piel sin fronteras.

……………

Permanezco límbico como cuando –sin cogitar nada– 
auscultaba algo en tus ojos.
...............................
(Brasilia, mayo de 2011)