sábado, 16 de abril de 2011

Murilo Mendes, un poeta brasilero


La vida del brasilero Murilo Mendes ilustra, de cierta manera, los misterios de la vocación de poeta. Contestatario, eterno buscador del fondo de las cosas, incapaz de quedarse satisfecho con lo superficial, con las formas sin sentido, con los convencionalismos, con los clichés, con el farisaísmo de la sociedad burguesa en la que lo tocó vivir. Se consideraba inútil para hacer cualquier actividad que no fuera la poesía; en este sentido hizo esfuerzos infructíferos para convertirse en mecánico, farmaceuta, telegrafista, bibliotecario y dentista. Fue amigo del también poeta Jorge de Lima, con el que escribió un libro de poemas en conjunto. Los dos artistas tuvieron crisis existenciales relacionadas con pérdidas de seres queridos, lo que los aproximó de lo trascendente, de lo espiritual. 

Vivió muchos años en Europa, en donde llegó a ser profesor de literatura brasilera. “La poesía es una llave del conocimiento del universo, como la religión y como la ciencia, y no puede, por consiguiente, ser relegada a la condición de un pasatiempo frívolo”. Así expresaba el artista su respeto por la labor de poeta. A pesar de ser considerado perteneciente al movimiento modernista brasilero, muchos lo consideraban un independiente; hasta el propio poeta Manuel Bandeira llegó a afirmar que Murilo Mendes extraía todo de dentro de sí, como por analogía lo hacía el gusano de seda. 

Desde hace varios años he querido traducir el poema “Mapa” de Murilo Mendes, que marca un momento especial en la poesía brasilera (hago aquí una tentativa). Texto pleno de descripciones sinceras sobre los vericuetos internos de la psiquis del artista, trayendo a la luz su rebeldía, sus angustias, sus preguntas, su coraje, su compasión por los desafortunados de la vida. Un posible mensaje: el ser humano como cíclica transformación, en donde la voz de la poesía puede hablar más fuerte que los dogmas.
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Mapa (de Murilo Mendes)
Me pegaron al tiempo, me pusieron
un alma viva y un cuerpo desarticulado. Estoy
limitado al norte por los sentidos, al sur por el miedo,
al este por el Apóstol San Paulo, al oeste por mi educación.
Me veo en una nebulosa, rodando, soy un fluido,
después llego a la conciencia de la tierra, ando como los otros,
me clavan en una cruz, en una única vida.
Colegio. Indignado, me llaman por un número, detesto la jerarquía.
Me pusieron el rótulo de hombre, voy riendo, voy andando, a los trancos.
Bailo, río y lloro, estoy aquí, estoy allí, desarticulado,
gusto de todos, no me gusta nadie, trabajo con los espíritus del aire,
alguien de la tierra me hace señales, no sé más lo que es bien
ni lo que es mal.
 
Mi cabeza voló por encima de la bahía, estoy suspendido, angustiado, en el éter,
tonto de vidas, de olores, de movimientos, de pensamientos,
no creo en técnica alguna.
Estoy con mis antepasados, oscilo en arenas españolas,
es por eso que salgo a veces combatiendo personajes imaginarios,
después estoy con mis tíos locos, dando carcajadas,
en la hacienda, tierra adentro, mirando los girasoles en el jardín.
Estoy en el otro lado del mundo, de aquí a cien años, levantando poblaciones…
Me desespero porque no puedo estar presente en todos los actos de la vida.

¿En donde esconder mi rostro? El mundo baila samba en mi cabeza.
Triángulos, estrellas, noche, mujeres andando,
presagios brotando en el aire, diversos pesos y movimientos me llaman la atención,
el mundo va a cambiar la cara,
la muerte revelará el sentido verdadero de las cosas.

Andaré en el aire.
Estaré en todos los nacimientos y en todas las agonías,
me anidaré en los amparos del cuerpo de la novia,
en la cabeza de los artistas enfermos, de los revolucionarios.
Todo trasparecerá:
volcanes de odio, explosiones de amor, otras caras aparecerán en la tierra,
el viento que llega de la eternidad suspenderá los pasos,
danzaré a la luz de los relámpagos, besaré siete mujeres,
vibraré en los puteros del mar, abrazaré las almas en el mar,
me insinuaré en los cuatro rincones del mundo.

Almas desesperadas, yo os amo. Almas insatisfechas, ardientes.
Detesto a los que se esconden,
los que juegan de cabras ciegas con la vida, los hombres “prácticos”…
Viva San Francisco y varios suicidas y amantes suicidas,
los soldados que perdieron la batalla, las madres bien madres,
las hembras bien hembras, los locos bien locos.
Vivan los transfigurados, o porque eran perfectos o porque ayunaban mucho…
viva yo, que inauguro en el mundo el estado de desorden trascendente.
Soy la presa del hombre que fui hace veinte años atrás,
de los amores raros que tuve,
vida de planos ardientes, desiertos vibrando bajo los dedos del amor,
todo es ritmo del cerebro del poeta. No me inscribo en ninguna teoría,
estoy en el aire,
en el alma de los criminales, de los amantes desesperados,
en mi modesto cuarto de la playa de Botafogo,
en el pensamiento de los hombres que mueven el mundo,
ni triste ni alegre, llama con ojos andando,
siempre en transformación.
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(Traducido por Carlos Humberto Llanos)

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